La comunidad de bienes y servicios. Colectivización del producto del trabajo.
En nuestro ideal económico consideramos el producto del trabajo humano como un bien común al que cada cual aporta según su capacidad y del que cada cual coge según su necesidad. Pero este sistema sólo es sostenible en condiciones de abundancia. En condiciones de escasez, no hay más remedio que recurrir a otros modelos económicos que, como el colectivismo y el mutualismo, estén basados también en la libertad.
La escasez nos obliga a racionar el producto social del trabajo, es decir, nos obliga a medirlo y repartirlo. En estos casos, las economías colectivista y mutualista siempre han defendido que la única medida tolerable del valor del trabajo aportado por cada una de nosotras a la sociedad es el tiempo, puesto que una hora de nuestra vida es igual de valiosa que una hora de la vida de las demás. Si pensamos que esto es aplicable a la sociedad en su conjunto, con más razón debe serlo a nuestras comunidades. De hecho, una de las motivaciones fundamentales para constituir comunidades es demostrar que nuestra forma de pensar es factible. Donde no hay colectivización del producto del trabajo no hay comunidad libre. Habrá una vivienda compartida, un grupo de afinidad o cualquier otro tipo de asociación, pero no una comunidad.
El objetivo de nuestras colectivizaciones será lograr el grado de abundancia suficiente para poner en práctica la comunidad total de bienes y servicios.
El trabajo en Hebra
Podemos aportar nuestro tiempo a Hebra en cualquiera de estas tres líneas de trabajo:
1. Asalariado/remunerado. Son actividades ajenas a la comunidad, ya sea asalariadamente, como autónomos o en proyectos productivos autogestionados.
2. Reproductivo. Son actividades propias de la comunidad enmarcadas en lo que la economía feminista denomina “trabajo reproductivo”. Actividades tradicionalmente asignadas (por el patriarcado) a la mujer y no remuneradas en el mercado capitalista como cuidados, limpieza, cocina, etc., así como proyectos autogestionarios comunitarios que están orientados a procurar autosuficiencia (alimentaria, energética, etc.), aunque en sus fases iniciales éstos también pueden servir para obtener recursos a través del intercambio mercantil.
3. De intercambio. Son también actividades propias de la comuna pero que se caracterizan por tener una interacción con el exterior. Por ejemplo, huertas, escuela infantil, talleres (de carpintería, mecánica, etc.).
Ninguna de las tres líneas es más importante que otra[1]. Para determinar la proporción del tiempo empleado en ellas, tanto individual como globalmente, tenemos que valorar nuestras posibilidades y motivaciones personales y las necesidades comunitarias del momento. Tampoco hemos marcado todavía el mínimo de horas de trabajo que aportaremos a Hebra, aunque sí está acordado que habrá un mínimo[2]. El producto se pondrá en el montón común y se repartirá según se vea en la Asamblea. Las asalariadas aportarán euros; las huertanas, verduras; las cocineras, platos ricos, etc.
Contabilidad interna y externa: cálculo del producto del trabajo
La productividad, la cantidad de euros o lechugas que cada una puede aportar en una hora, es una cuestión menor para nosotras. Por varias razones. Para empezar, partimos del principio de confianza. No sólo en cada compañera, que es quien sabrá mejor que nadie cuál es su capacidad de trabajo en todo momento, sino en la Asamblea como órgano de resolución de conflictos sobre la cuestión. Por otro lado, la productividad no siempre depende de nosotras, sino que hay circunstancias ajenas que distorsionan completamente el concepto. Esto es evidente en los casos en que interfiere el mercado capitalista, por ejemplo, el trabajo asalariado. Puede haber compas asalariadas como camareras que cobrarán 4€ por hora y otras asalariadas como auxiliares administrativas que cobrarán 10€ por hora. Esto no tiene nada que ver con la productividad, ni siquiera con la utilidad social del trabajo, sino con la oferta y demanda de mano de obra en el mercado laboral capitalista. Otro tanto sucederá con el “trabajo de intercambio”. Lo normal de los proyectos autogestionados es que sean deficitarios en sus fases iniciales. Para que os hagáis una idea, Los Merlas (compas de un proyecto agroecológico afín) no llegaron a cobrar más de 200€ al mes por cabeza durante los tres años de actividad del proyecto, es decir, unos 1,70€ la hora[3]. A efectos contables internos, lo que las tres hipotéticas compañeras (camarera, auxiliar administrativa y agricultora) tendrían que poner en el bote común serían 4€, 10€ y 1,70€, respectivamente, el producto de una hora de su trabajo[4].
En nuestras relaciones comunitarias tenemos muy claro que una hora de trabajo asalariado vale lo mismo que una hora de trabajo reproductivo o de intercambio. La unidad de medida es la hora. Lo que se pone en el medio, en el bote común, es el producto del trabajo medido por horas, no por euros. Esa es nuestra contabilidad interna.
Sin embargo, tendremos que llevar también una contabilidad externa, que es la que nos solicitarán en el mundo capitalista, donde todo se mide en euros y el valor de los trabajos reproductivos de Hebra es igual a 0€. Esta es la contabilidad que nos requerirán, por ejemplo, los bancos y Hacienda, y la que tendremos que usar para hacer planes de viabilidad. Cuando se trata de confrontar gastos realizados en euros en el mercado capitalista (hipoteca del BBVA, luz de Iberdrola, agua de El Canal, etc.) sólo podemos contabilizar ingresos en euros, es decir, provenientes del trabajo asalariado y del trabajo productivo. Sin embargo, no hay que olvidar nunca que estas son herramientas de cálculo capitalista que no se corresponden con nuestra contabilidad interna, en la que la partida de “trabajo reproductivo” es fundamental.
[1] Aunque, obviamente, esperamos librarnos del régimen asalariado cuanto antes. Por lo demás, en lo que se refiere a las actividades laborales, no hay una más importante que otra en Hebra. Cualquier trabajo, por muy singular que parezca, es siempre un eslabón del trabajo social. La arquitecta no sería nada sin la pocera y éstas no serían nada sin la agricultora o la médica, que les procuran alimento y cuidados, etc.
[2] Como dato orientativo, en la ponencia que tratamos sobre trabajo en Hebra se proponían 30 horas semanales.
[3] Hemos usado este dato como referencia porque posiblemente una de las primeras opciones a tener en cuenta en el apartado de trabajo de intercambio en Hebra sea un proyecto hortelano.
[4] Una puntualización respecto a los euros que las compañeras asalariadas tendrían que ingresar en el bote comunal. Si el acuerdo fuera aportar a Hebra el producto del trabajo de 30 horas, una compañera con jornada de 30 horas y salario neto de 1.000€ debería ingresar íntegramente esta cantidad. Pero una compañera con jornada de 40 horas y salario neto de 1.000€ sólo tendría que ingresar 750€, el equivalente a 30 horas. Los 250€ restantes están fuera del acuerdo comunitario y, obviamente, podría hacer con ellos lo que quisiera.